Puertas

  Mientras fotografiaba la última puerta (puerta número 18) de esta serie de fotos de puertas, pensaba, por qué reunía estas imágenes que solo yo entiendo. Debería contar que hay atrás. Hace 7 u 8 años hice un viaje, me fui de aquel departamento en la que vivía (puerta número 8). Me fui a vivir 3 meses a otro país, a departamento de una amiga que en ese tiempo vivía con quien era su novio, hoy su marido (puerta número 9). Cuando volví, pensé que terminaba el viaje. Pero no. Como acá no tenía un lugar estable, me di cuenta de que acá también seguía el viaje. Antes de vivir en la puerta 14, estuve un año dando vueltas y las puertas que se me abrieron (puertas 10,11, 12,13) fueron las mismas, que, en tiempos de infancia, me invitaban a jugar. Las casas, los ladrillos, eran otros, pero las personas eran las mismas. También viví en una oficina (puerta 11). Tengo un recuerdo, de la primaria, (puerta 1), que en alguna materia nos pedían que escribiéramos una suerte de biografía. Siempre suponía que la mía era un poco aburrida, dado que en aquel tiempo yo siempre había vivido en la misma casa, he ido siempre al mismo colegio. Todavía (puerta 2, 3, 4 y 5) no habían venido. Pensaba que algún compañero que había vivido una mudanza o un cambio de colegio, tenía más material para hacer de su biografía algo más interesante. Hará 6 meses, de que escribo esto, tuve un sueño. Siempre es aburrido hablar de los sueños que uno sueña. Comentar en palabras esas imágenes nocturnas que casi poco recuerda uno al despertar. Este era bastante simple, yo me estaba por mudar. Otra vez. Me mudaba (de puerta 17 a la 18) en la vida real y en la realidad del sueño. En el sueño yo despedía a alguien, que tenía mi rostro, mis ojos. Era alguien que ya no podía venir conmigo. Era algún yo, no se cuál. Le decía, el yo que se mudaba, que ya éramos muchos, que no podía venir esta vez. No sé qué parte de mi despedía a que parte de mí. La fotografía puede ser un hogar, un recuerdo en el que uno vive seguro. Yo fotografié estas puertas que sinceramente no tienen mucho atractivo fotográfico y casi su único mérito es reunirlas acá, es coleccionarlas, es el paso del tiempo. No sobresalen por sus líneas, ni por la luz que las atraviesa. Me recuerdo cuando empecé con la fotografía (puerta 6) pasaba mucho tiempo viendo películas que eran recomendadas por su dirección de fotografía. Yo estudiaba en el SICA, Sindicato de la Industria del Cine, dirección de fotografía. Caminaba hasta un video club del barrio que se llamaba Leblon, quedaba ahí a unas cuadras de esa puerta. Me asocié a ese porque la gran cadena del momento no me aceptaba como socio, porque no tenía ningún servicio a mi nombre. No tenía lazos con la puerta en la que vivía. En el video club buscaba películas, en VHS, de Vittorio Storaro o de Gordon Willis o algún clásico de Kubrick. Yo las miraba tratando de aprender lo que más podía. Mis fotos de puerta no reflejan que haya aprendido tanto. Hace poco (puerta 18) leía Los Diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia. Renzi nos cuenta que empezó a escribir su diario cuando se mudó, con su familia, una noche, de Adrogué a Mar del Plata. "En esos días, en medio de la desbandada, en una de las habitaciones desmanteladas de la casa empecé a escribir un diario. ¿Qué buscaba? (…) Muchas cosas cambiaron desde entonces, pero me mantuve fiel a esa manía". Capaz el mérito es la fidelidad o mantenerse. Antes (puerta 17) tuve la suerte de encontrar el libro, Trayendo a casa todo de nuevo, de Fabián Casas, editorial Emece . Entre tantos ensayos, hay uno que me queda grabado. Se llama Abey Road. En el ensayo, Casas, empieza escribiendo de los Beatles, de la tapa de ese disco, de Abey Road, de los otros discos, de la banda, nos cuenta la historia de ese disco en particular. Y luego nos dice «ahí estaban, en el lado de dentro de la puerta del ropero de mi primo». Uno no se da cuenta y está dentro de su casa, de su recuerdo, de su infancia. Como el mago que va haciendo lento el truco y nos hace ver algo. Sin saber que es nos dejamos y al rato estamos del otro lado. Estamos dentro de la historia, del texto, de la fotografía. Cuando yo muy entusiasmado comenzaba a armar una cámara placera. Yo lo llame proyecto caja. Alguien me dijo que no me baje, que le meta al proyecto, que este siempre tratando de hacer, de mejorar, de construir. Que fotografié. Que siga. Como si la recompensa del final no fuera tal. Que la recompensa es más bien algo que se desgrana a medida que pasa el tiempo en que uno hace algo. A veces hacemos cosas esperando encontrar la respuesta, a veces solo buscamos ese atajo, que nos haga entrar. Como si hubiera una diferencia entre un lado de la puerta y el otro. Me di cuenta, tal vez, no me cierro con esta idea, que a veces, solo a veces, aquello que buscamos no está del otro lado de la puerta.


Lucas Gosende



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