Calma chicha.

 



 Polvo. Volaba por el aire detrás de la camioneta que los traía. Se pegaba la tierra a la chapa negra. El sol brillaba y su luz dejaba ver un concierto de partículas girar. Había un aire fresco de fuera de temporada dando vueltas. La camioneta avanzaba sobre un camino de arena, tierra, piedra y polvo. A la derecha, unos médanos que se desasían, arena, arena que flotaba por el aire. A la izquierda, el mar siempre llegando. El camino marcado por la traza de la maquina se hundía un poco y se iba alejando de la banquina. La banquina de arena, tierra, piedra y polvo se abría gigante en el espacio y separaba a la camioneta del ancho mar. Dos urnas. Temblaban detrás en el baúl de la camioneta. Se dejaban llevar al sitio final. La procesión aminoraba su marcha, queriendo ralentizar el destino del viento. Todo se detuvo. El ruido de varias puertas rompieron la monotonía del aire. Arena, tierra y polvo en las ojotas de las personas que bajaban, en la chapa negra, en las ventanas. Rechinaba la arena contra la piedra, mientras todos se dispersaban para estirar las piernas un poco. El baúl se abrió. Sin poder huir del destino todos se fueron arrimando. En una bolsa de cartón beige venían las dos urnas. Cenizas. Cautivas del viento, del agua, de quien quiera llevarlas. Cada caja de madera tenia en su tapa el nombre escrito en un papel pegado con cinta que identificaba a cada uno. Sobre una piedra lisa se abrieron ambas urnas. Una bolsa plástica, traslúcida, contenía las cenizas. Agujerearon las bolsas para liberar las cenizas, a su próximo destino. La monotonía del aire volvió a ganarle a los otros ruidos. El mar siempre llegando tomo alguna parte de las cenizas y se las llevo. El viento empezó a mezclarlas con la arena, con el polvo. El sol brillaba. Su haz de luz parecía tomar forma. Las partículas todas bailaban y giraban dándole cuerpo al aire, al viento. El silencio de todos se confundió con el del paisaje. Las urnas solidas, vacías, volaron al mar. La bolsa de cartón beige volvió al baúl de la camioneta. El ruido de las puertas cerrarse rompió el silencio del viento. En marcha la tierra volvió a jugar detrás del paso de la camioneta negra. Todos abandonaron el camino de arena, tierra, piedra y polvo. 

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