Él estuvo aquí. (No pictures)


 Me invitaron a documentar la visita de un director de cine. Estaría dos días por Buenos Aires promocionando su próxima película. Unos días antes me entero que no quiere que lo fotografíen. Tampoco quiere ver gente con cámaras de fotos a su alrededor. Aquí mi crónica.

 Un director de cine viaja 14 horas para estar dos días, en Buenos Aires, para promocionar un sueño. Dará 1 conferencia de prensa, 18 entrevistas, una charla en una sala de cine con exhibidores, un cóctel en el subsuelo de un lujoso hotel, responderá preguntas en la Usina del arte y más preguntas en la convención del comic. En todas sus intervenciones con el público habla del tiempo que le lleva hacer las cosas. Siempre sin prisa como si sus urgencias se las llevaran las películas de acción que él filma. El director entra por una pequeña puerta a escena, toma el micrófono y buscando aprobación de los presentes dice-Hola- con una pausa mínima agrega — Buenos días.- En un hotel 5 estrellas está el desayuno preparado para los periodistas y concurrentes. Muchos de ellos ya se pararon frente a las medialunas, se abalanzaron sobre el café y tomaron jugos que vienen en pequeñas botellas. Hay ruido de charla, muchos celulares, se escuchan diferentes tonos de español, se mezclan los inmaculados sillones con bolsos de cámara. Separado por un pasillo, una sala contigua tiene sillas beige alineadas como un ejército a la espera de su conferencia de prensa. Los periodistas charlan, miran Facebook en sus teléfonos, las cámaras de video se acomodan en el fondo, en la última fila de sillas uno entrecierra los ojos como si fuera estudiante secundario. Alguien se acerca y pide que pongan sus teléfonos en silencio; y el salón se puso en modo silencio. Se aclaró que no está permitido fotografiar durante la conferencia. Luego de buscar una silla para su traductora, el director responde, siempre con tranquilidad como si la traducción le diera un tiempo para digerir la pregunta. Cuenta su modo de trabajo, su relación con los actores, su acercamiento a este comic en particular. El director que impone respeto termina pidiendo benevolencia a los integrantes de la prensa, por que él sabe que realizar esta película le llevó mucho más tiempo que la filmación tradicional. Él trabaja lento, cada vez que lo dice pide disculpas. Se va de la conferencia de prensa. Y aparecerá sin cruzar el hall, como si fuera un truco de George Melies, en la sala más pequeña donde dará sus entrevistas 1:1, o uno contra uno. Siempre cerca de él un hombre de traje que camina, como si hubiese perdido algo. Todo está cronometrado, él no dirige nada. Un grupo se mueve en su sombra atentos a no perturbarlo, a contemplar sus caprichos y a que nada desencaje en su agenda. Uno por uno los medios ingresan en la sala. Según los que entran sus respuestas se extienden, hace chistes con ellos y hasta firma tapas de DVDs de algún fanático periodista. Cada vez que se abre la puerta, quienes aguardan afuera como si fueran familiares esperando en un hospital, abandonan sus teléfonos, sus computadoras y sus quehaceres apáticos para estar atentos a lo que sucederá. Una chica encargada de la prensa corre hacia el baño en busca de una periodista, vuelve aliviada al ver que ya salía, por que a ella le tocaba luego. Nada puede hacerlo esperar. Una chica se pone nerviosa cuando anota en un papel un pedido para el director; si puede firmar algún poster, este imprevisto no esta contemplado y a ella le genera nervios. Pero él termina haciendo todo lo que le piden de la mejor manera. Como estrella que es, esta acá para dejar su marca, su firma en el público que lo adora, y que él necesita.     Su agenda se traslada a un complejo de cines de Recoleta, donde una avanzada llega antes para certificar y re chequear que todo está en orden. Es un evento importante. El director trajo en la valija de su asistente, 20 minutos del filme, solo podrán ser exhibidos si se tiene la llave, ese código también lo trae su asistente y dura un tiempo determinado. A los participantes del evento se los atiende con unas galletitas que llevan el nombre de la película y algunas gaseosas. En la mejor sala de estos cines, se limpia el suelo de pochoclos, se acomoda el sonido y practica su discurso la gerenta regional. Un periodista hará de maestro de ceremonia en los momentos previos a su llegada. Primero se exhiben los próximos estrenos que la compañía tiene. Luego el maestro de ceremonia toma el micrófono y hace una introducción. El tiempo está tan cronometrado que existe una actividad alternativa por si el director se retrasa. La sala no está llena y una línea de ordenadores de fila sirve para aclarar por qué escalera bajan los concurrentes y por cuál el Director. Llega, baja por donde corresponde y saluda nuevamente. Dice en su español básico buenas noches, pero la traductora y él se corrigen al unísono diciendo que todavía es muy temprano para ese saludo. Está interesado en que le pregunten. Hay un gran silencio. Algunos alientan a otros a que lo hagan. Se rompe el silencio y alguien arroja desde las butacas una pregunta, él responde como sabe, con pausa y entregando todo. Esta vez su traductora no participa tanto. Pero como el inglés no es su primer idioma se hace entendible. Cuenta de su sueño de trabajar con delfines y de cómo no forzó los mensajes en sus películas. Ahora los chicos con los micrófonos bajan y suben la escalera. Repite una vez más que él es lento, que trabaja de modo lento, que escribió desde joven, que tiró a la basura las primeras 200 páginas de una de sus películas, que volvió a insistir escribiendo 200 y las volvió a tirar. Terminó con un texto de 400 hojas en forma de novela y ese sí se lo quedó. Recalca que no sabe vender películas, aunque hace un día que lo está haciendo. Explica que hacer un tráiler es algo completamente distinto, agrega, que algunos trailers cuentan demasiado de la historia, que otros no lo hacen tanto. Él insiste en esconder, dice que esta película esconde mucho. Él tampoco se revela del todo. A los 17 se fue de su casa luego de participar ad honoren en un corto y enamorarse del cine. Apaga su micrófono. En el subsuelo, en un elegante salón, todo es azul, unos posters del film ambientan el lugar, hay una barra semicircular, algunas mesas de apoyo, unas cuantas sillas y dos mesas nodrizas en el centro del salón repletas de comida. Los que estuvieron en el cine hace unos instantes, son agasajados allí.
 Es viernes a las ocho de la noche en Buenos Aires y el director cumple 12 horas en el país. Mantiene su humor, agenda y luego de unos instantes llega al salón. Algunos tímidamente se acercan a él. Entre la barra semicircular y las mesas con comida, charla con quien se le acerca. Un show de tango interrumpe las charlas, él no se da cuenta y le da la espalda al primer baile; cuando se aproxima a la mesa para comer algo nota a los bailarines. Presta atención, graba un vídeo con su teléfono que termina con su cara haciendo alguna morisqueta. Ahí pierde confianza en si mismo y se aleja lo más que puede hasta que la barra lo detiene, trata de buscar otro lugar y termina sentado en una mesa, donde de a poco lo irán rodeando con preguntas. Una chica se acerca a su asistente a preguntar le si pueden tomar una fotografía de él y los presentes. Ella, la asistente, le dice que ya se esta yendo pero que vaya directamente a consultarle a él. Él le dice No pictures, y se despide con un good night, good night. Es sábado por la mañana, hace frió y una fila de gente espera desde las 9 en la puerta de la Usina del Arte. Falta una hora cuarenta y cinco minutos para que se inicie la charla, pero como no son numeradas las entradas la gente llega temprano para tomar una buena ubicación. En el auditorio se organiza, se ordena, y se preparan. Se da sala, el cuerpo central se llena de a poco. Hay lugares reservados para prensa y también las primeras filas para VIPS. Los concurrentes preguntan si se puede tomar mate en el lugar. En el escenario una pantalla gigante muestra de a uno el nombre de las compañías o instituciones que están involucradas. Un sillón tres cuerpos y uno de uno forman una ele y por delante una mesa haciendo juego sostiene unos vasos y unas botellas de agua sin etiquetas. Del otro lado del escenario en letras corpóreas hay un #. Un fotógrafo intenta colocarse cerca del escenario y lo rodean muchas personas y sin siquiera quitarle la tapa a su cámara vuelve atrás con su equipo. Salen al escenario un periodista de espectáculos, que es a su vez productor y un político del gobierno actual. Re entra el periodista/productor con sus pantalones verdes a escena, cuenta un poco más en profundidad sobre el comic y hace una auto referencia. Pide que no se tomen fotos, menos utilizar un flash. Se proyecta un video con todos los trabajos del director. Aplausos. Un silencio de murmullos, una tos por el fondo. Se ve que hay movimiento en la puerta izquierda del escenario, donde una luz roja ilumina algunos rostros. Señoras y señores con ustedes… Sale a escena con una remera negra estampada con el nombre de su película, un buzo negro con capucha, un jean negro. Aplausos, saludos. El público estaba avisado de que iban a poder hacer preguntas. Se sientan, él a la derecha en el sillón tres cuerpos, su traductora bien pegada a la otra punta y el periodista en el sillón de una plaza. Una vez acomodados, él interrumpe al periodista y pregunta cuánta gente estudia cine, que levanten la mano. Muchos lo hacen y ahí afirma por qué quiere que la gente pregunte. Sonríe, cuenta sus vivencias con pausa. Habla de la música en sus películas, de que son su segundo texto dentro de ellas. Cuenta anécdotas sobre la generosidad de algún otro director. El público ríe, algunos declaran llorar por estar escuchándolo. Es un artista, eso dice. Da consejos. Explica el uso del objetivo, ejemplifica con escenas. Cómo construye sus personajes. Vuelve a insistir que no sabe vender películas. Alguien maravillado le pregunta cómo hace para escribir tanto y trabajar tanto. Él responde que todos estamos capacitados para hacer varios trabajos en un día, como ser buenos padres, hermanos, maridos. Lo hace ver como algo que no tiene truco, la ficción está en la pantalla. Presenta el tráiler de la película. Se vuelve a sentar y acepta alguna pregunta más. Cuando llega la última, pide que sea una mujer. Se retira entre aplausos. Todo se desplaza hacia la convención de comics, donde el director dará su último acto. En Costa Salguero lo espera un escenario techado, cerrado, con un gran espacio para gente de pie. Al fondo del mismo dos tarimas con algunas sillas. La gente se sienta en el campo, que en lugar de césped tiene una alfombra roja. Tres pantallas inmensas, luces de colores y un presentador oficial que toma un micrófono y entretiene al público que espera allí, anuncia futuras actividades y promueve que el público aplauda. Invita a que si alguno encontró algo, lo acerque al escenario. Por delante del escenario algunas cámaras, una de ellas en una grúa. Una valla sirve de contención y es usada por el público para apoyarse en ella como si fuera un recital. Se oye música. Hay un panel previo, un actor argentino entra vestido de Stormtrooper para promocionar una co-producción argentina-española. Mientras tanto atrás de escena se sincroniza la agenda del director: a qué hora llega, por dónde va hacerlo. La convención está llena de gente, es casi imposible andar por los pasillos. Su panel esta organizado para las 15hs, se retrasa unos minutos. La gente se arrima al escenario. Son las 15:15hs y el presentador oficial da su cuenta de instagram al público para que le manden mensajes y cuenta algunos. Se ríe, hace participar al público, se sienta en el sillón, hace una humorada como si fuera Susana Giménez, tira latiguillos como que lo peinó el viento y pasa su mano por la cresta que tiene echa en la cabeza. Ahora sí dice. Le da suspenso. Entra el periodista que lo va a entrevistar, repite que al director le encanta que le hagan preguntas, que no le tomen fotos, menos con flash. Nuevamente el artista en gateras, lo acompaña un integrante de la convención para que no se tropiece en las escaleras, por detrás una chica lo graba con su teléfono, previos consejos y explicaciones que él le dio. Explota el campo del escenario con aplausos. Él se dirige hacia el centro, hacia un costado, saluda con una reverencia y otra más. Pide que le pregunten. Uno intenta en inglés, los nervios lo traicionan y termina preguntando en español. A su derecha la traductora le acerca la gente. Cuenta de él, de su vida, de sus sueños y da consejos a padres sobre si tienen un hijo con inquietudes creativas; el público aplaude. Se levanta, pide que le acerquen la cámara de la grúa y da indicación a la misma. Que se ponga a la altura del piso, que mire hacia cierto lugar. Grita ¡¡Action!! y la cámara va hacia el público, que mirándose en la pantalla gigante, grita y levanta los brazos. El periodista agrega -Han participado en un escena dirigida por el director!!. Han sido todos bautizados en el nombre del cine. Pausa. Pide que no graben con sus teléfonos lo que viene, que sean respetuosos con lo que van a ver, que no está terminado. Son 6 minutos. Repite, no lo graben. Hay gente entre el público para evitar eso. Le aclara a los presentes que habrá una segunda parte si la gente va al cine a ver esta. Que no depende de él. Dice que debe tomar un avión, ese que escuchamos cada 5 minutos pasar por acá arriba. Antes de bajar aclara que firmará autógrafos a los que estén más cerca de la valla, al resto les manda un cariño grande y les agradece. Aplausos. El artista baja. Se ve de lejos una fotógrafa de la convención tratando de tomar algunas fotos, su asistente lo nota y pide que la saquen. Una integrante de la compañía, que lo acompaño estos días, interpone su mano en el lente. Todo funde a negro.

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